Leopoldo Abadía, autor del célebre libro ‘La crisis Ninja’, nos explica su particular visión sobre el auge de las criptomonedas

Todavía no ha empezado la entrevista y Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) nos advierte de que no entiende demasiado de criptomonedas. El anuncio resultaría menos sorprendente si nuestra conversación no se produjera en plena gira promocional de su nuevo libro: El Bitcoin y otros misterios del mundo actual. Pero a este economista, conocido por el lenguaje claro y sencillocon el que explicó los pormenores de la explosión de la burbuja inmobiliaria en La crisis Ninja, le basta una idea general del funcionamiento de la cadena de bloques para que Espasa le edite un libro en el que también habla de Cataluña, el Brexit, Trump o la posverdad.

Abadía evita responder a cuestiones más técnicas e insiste en adoptar una perspectiva puramente económica. Hace referencia a una peculiaridad de la criptomoneda más famosa del mundo: no se pueden crear más de 21 millones de ella. ¿Qué pasaría si se alcanzara esta cifra? En su opinión, se inventaría una manera para ampliarla. “El Banco Central Europeo se creó para controlar la inflación. No podía emitir ni un solo euro y fíjate en los que ha fabricado”, recuerda.

El economista rechaza hablar de bitcoin como una moneda porque le falta estabilidad en el cambio. Para que pueda considerarse como tal, el aragonés fija tres condiciones que debería cumplir: que sirva para ahorrar, que permita realizar transacciones y que sirva como referencia. “Si ahorro diez euros, el año que viene van a valer algo parecido. Con bitcoin podrán valer la mitad o 14 veces más”, explica. “Puedes hacerte una idea de lo cara que es una corbata si te digo su precio en euros; con bitcoin hay demasiada variación”.

Aunque actualmente no lo considere una moneda —“Es mejor hablar de criptoactivo”, matiza—, opina que puede llegar a serlo. Para él, las subidas y bajadas en su valor se deben a que vive un momento de mucha liquidez, con unos pocos inversores fuertes dedicados a inversiones de alto riesgo que condicionan su precio. El papel que jueguen las autoridades en su regulación será determinante para su estabilización.

Esta idea le resulta apasionante. Le entusiasma la posibilidad de hacer una transferencia a un amigo y que el dinero le llegue en el momento. Además, como firme defensor de la libre competencia y la iniciativa privada, reconoce que no le disgusta la idea de que los bancos se lleven un susto. “No me malinterpretes: no me interesa que se hundan, pero creo que esto serviría para ponerlos en orden y quitarles las tentaciones que siempre han tenido y en las que han caído varias veces”, argumenta. “Ayudaría a evitar unos abusos que hoy forman parte de nuestro funcionamiento habitual”.

Las alabanzas al mercado libre trascienden el terreno de blockchain; son perfectamente extrapolables a otros modelos económicos recientes que repercuten 

en el transporte o en la vivienda. Si Airbnb tienen más plazas de alojamiento que una cadena hotelera, es normal que esta se sienta intranquila y vaya a por ellos como sea: mejorando el servicio o luchando por cambiar la legislación. “Los taxistas son gente que no se resigna a perder el negocio, pero, les guste o no, es lo que viene. Los nuevos modelos han venido para quedarse”, exclama, recurriendo al tópico por excelencia. “Estas empresas no caerán y si caen, vendrán otras similares a sustituirlas”.

Como buen economista, Abadía también tiene puesto el ojo en el sector bancario. Lamenta que, con la tendencia a la digitalización y las fusiones entre entidades, se van a perder muchos empleos. Algunos, porque su puesto de trabajo deja de tener sentido; otros, porque serán incapaces de adaptarse al nuevo modelo. “Estamos en una época en la que no se puede dar por sentado casi nada”, lamenta.

Fuente: retina.elpais.com

Autor: Javier Cortés