La reforma laboral supuso un revulsivo para el mercado de trabajo. Aunque algunas empresas la utilizaron para despedir, dado que no podían hacer otra cosa tras la caída de la actividad, muchas compañías han utilizado la flexibilidad que aporta para crear nuevos turnos de trabajo, rotar a sus empleados entre las distintas actividades del grupo, sortear la caída de la producción

Se han cumplido seis años de la aprobación de la reforma laboral. Desde su introducción, el mercado de trabajo ha vuelto a recuperar el pulso, con la creación de más de un millón y medio de puestos de trabajo, y se encamina a superar en pocos ejercicios el máximo histórico de contratación, logrado en los meses precios al estallido de la burbuja inmobiliaria. Y muchos empresarios consideran que la nueva regulación ha sido clave para llegar hasta este punto, ya que ha facilitado la travesía por el desierto de la crisis y la reestructuración de las compañías, permitiendo que estas volvieran a ser competitivas y crearan empleo de nuevo. Sin embargo, la reforma laboral se encuentra en el foco de las críticas del PSOE, Podemos y los sindicatos, que consideran que la norma apenas ha servido para abaratar el despido y rebajar las condiciones salariales, por lo que pretenden volver a las condiciones existentes hasta 2011. Para ello, aducen que si se ha creado empleo no ha sido por el cambio regulatorio, sino por la mejora del ciclo económico y porque se ha sustituido un puesto bien retribuido por dos mal pagados.

Al margen de planteamientos ideológicos, no se puede obviar que las empresas que se han visto obligadas a reducir su plantilla no lo han hecho con gusto, y que en ocasiones estos ajustes han permitido la supervivencia de una empresa que, más adelante, ha recuperado a buena parte de sus trabajadores cuando la demanda se ha recuperado. Además, también hay miles de empresas que han hecho uso de la reforma laboral no para despedir sino, precisamente, para mantener o intensificar el empleo. Este es, por ejemplo, el caso de la empresa de superficies Cosentino, que decidió abandonar el convenio de empresa para crear dos turnos más el fin de semana y aprovechar mejor sus instalaciones, lo que ha permitido elevar su competitividad y ganar presencia en todo el mundo.

La empresa química Sniace es otro ejemplo de éxito, ya que recientemente ha reabierto su fábrica de Torrelavega, tras un ERTE y un reajuste de la masa salarial utilizando varios instrumentos dispuestos en la reforma de 2012. O, recientemente, el acuerdo de Opel con los sindicatos en la fábrica de Figueruelas, que ha permitido mantener la producción del Corsa en España gracias a un ajuste de costes para mantener la rentabilidad de la empresa. Asimismo, otras muchas empresas industriales apostaron por ajustar la jornada laboral a la carga de trabajo durante la crisis y ahora están volviendo a sacar músculo cuando la demanda ha recobrado su fortaleza. Con la norma, se evitaban también los efectos disfuncionales de la rígida normativa anterior, que había provocado que en los primeros compases de la crisis las empresas se vieran obligadas a subir el sueldo en torno a un 4%, pese a que se destruían más de un millón de puestos de trabajo al año y los precios estaban en caída.

Flexibilidad interna

Incluso manteniendo estable el contingente de trabajadores, la flexibilidad interna en las empresas ha sido clave para evitar la destrucción de empleo, ya que ha facilitado el traslado de los trabajadores a las áreas más prometedoras, por ejemplo, aquéllas orientadas a los mercados internacionales. O reubicar a los trabajadores en los centros de producción especializados en bienes con más salidas, de forma que se puedan sortear los despidos. O, como hace la empresa Delaviuda, rotar a la fuerza de trabajo según los productos que se van a necesitar en cada época del año, algo que no podía hacer antes de la reforma y que ha permitido ampliar el número de empleados fijos de la empresa en un 25% desde 2012.

Además, muchas empresas han utilizado las herramientas de flexibilidad no para empeorar las condiciones de sus trabajadores, sino para mejorarlas y retener talento. En este sentido, una amplia variedad de compañías están apostando por horarios más flexibles o el trabajo desde casa para recompensar los esfuerzos de sus empleados y mantenerles dentro de la compañía. De esta se reduce la rotación de la plantilla y se mejora la productividad de la empresa, aducen.

Pero la reforma laboral también ha sido útil, sobre todo, para dar el pistoletazo de salida a la creación de empleo al permitir que las empresas se quitaran el miedo a contratar con la reducción de los costes de despido. Apenas unos meses después de su aprobación, el número de ocupados tocó fondo y empezó a repuntar con fuerza, lo que ha permitido que la creación de empleo se acompase por primera vez al crecimiento del PIB. Sin embargo, todavía falta mucho trabajo por hacer, en opinión de los empresarios. Los directivos critican que la falta de seguridad jurídica para las compañías, ya que la falta de claridad normativa en la ultractividad de los convenios o en la limitación de las causas de la nulidad de los ERE ha provocado que muchos conflictos laborales se enquisten en los tribunales o se vean anulados por ellos.

Es más, muchos empresarios apuestan por dotar de más instrumentos de flexibilidad a la legislación laboral, con el objetivo de que la fuerza de trabajo se adapte antes y más suavemente a los aumentos y caídas de producción. También abogan por la posibilidad de introducir distintos convenios en una empresa que tenga distintas actividades o por facilitar la cooperación entre trabajadores autónomos con empleados de la compañía en los distintos proyectos de la empresa, con el objetivo de ganar dinamismo. Por último, el gran reto es rebajar los costes de contratación, que suponen un lastre para la creación de empleo. Entre ellos, quizá la mayor traba es el coste de las cotizaciones sociales para la empresa, que se eleva al 30% del sueldo bruto y se sitúa entre los más altos de la OCDE.