“Si tuviera solamente una hora para resolver un problema, dedicaría 55 minutos al planteamiento.” A. Einstein

El concepto de liderazgo organizacional ha tenido múltiples abordajes desde diferentes ámbitos del conocimiento humano, y en su evolución ha ido nutriéndose de gran cantidad de fuentes para dar respuesta a los retos que cada contexto social ha ido demandando.

Muchas de las tendencias del liderazgo contemporáneo que ya se apuntaban antes de la crisis del COVID-19 parecen estar confirmándose durante la misma. En este sentido, algunos informes, como el realizado por ESADE y Roca Salvatella sobre el Impacto del COVID 19 en las capacidades de los directivos y las estrategias de digitalización (2020) confirman que el liderazgo del futuro será flexible, ágil emprendedor, transparente, cercano, emocional, responsable, participativo, colaborador, y remoto. Para este nuevo liderazgo son necesarios nuevos modelos de gestión; más digitales, pero también, y en la misma medida, más humanos.

La resolución de conflictos o conflict management es uno de los más complejos y constantes desafíos a los que se enfrenta el ejercicio del liderazgo, de hecho, esta capacidad para gestionar adecuadamente los conflictos entre personas, constituye una característica nuclear del liderazgo.

En el contexto actual, la mediación ofrece al liderazgo un marco idóneo de comprensión y gestión del conflicto, así como una multiplicidad de competencias y habilidades para su resolución, especialmente, si consideramos que existen dos componentes claves de los que podríamos denominar un liderazgo mediador:

1. la capacidad para promocionar entornos relacionales creativos, innovadores y saludables.

2. la capacidad de llevar a cabo una resolución inteligente, positiva y eficaz de conflictos en los se previene la aparición y/o escalada de los mismos y su adecuada resolución.

Siguiendo a Marinés Suares (2005), distinguimos estas distintas habilidades para diferentes etapas, de tal manera que la promoción de una convivencia saludable corresponde a una fase de armonización de las diferencias y la diversidad, consideradas como fuente de creatividad e innovación.

La prevención del conflicto es necesaria en las etapas muy preliminares del mismo, y la gestión propiamente dicha y resolución, es necesaria en fases posteriores en las que se ha desencadenado el conflicto de forma manifiesta y cuando ya se encuentra en proceso de escalada.

Para ello la mediación ofrece las herramientas necesarias para identificar, analizar los conflictos y determinar la forma más adecuada de abordarlos y, en su caso, la puesta en práctica del proceso. Pero incluso si la mediación no es el mecanismo más adecuado para el abordaje de un caso concreto, las habilidades mediadoras siempre facilitarán una gestión de éxito en la derivación a la metodología más adecuada.

Los principios inspiradores del modelo de mediación son la autonomía, la cooperación, la esperanza y el optimismo, plenamente compatibles con las características ya mencionadas del liderazgo del futuro.

Para la autora ya citada, Marinés Suares (2005), los valores sobre los que se asienta la mediación son además la buena fe, la colaboración, la toma de decisiones por consenso, el crecimiento de todos los individuos y, sobre todo, la paz.

Este parece un buen punto de partida desde el que la mediación puede aportar su valor y potencial al liderazgo, en la construcción de una sociedad mejor y más humana.