La sostenibilidad en las empresas está definitivamente como prioridad en dichas organizaciones. El contexto político en la Unión Europea lo ha ratificado con el Pacto Verde europeo, la hoja de ruta para una economía competitiva con la protección del medio ambiente como emblema principal.

Caminar hacia una empresa sostenible es un elemento a considerar en las agendas de las organizaciones. En el último lustro se ha consolidado la necesidad de formalizar todo lo que atañe a concretar elementos e sostenibiliidad en todos los ámbitos. La Unión Europea (UE)lo ha materializado en el Pacto Verde Europeo de la Comisión, una guía de referencia en todos los ámbitos.

El Pacto Verde Europeo es la hoja de ruta para dotar a la UE de una economía sostenible que convierta el continente en climáticamente neutro. Todo ello, afirma la Comisión Europea, con un modelo económico moderno, eficiente en el uso de los recursos y competitivo. Las acciones, a grandes rasgos, pasan por invertir en tecnologías respetuosas con el medio ambiente; apoyar la innovación; desplegar sistemas de movilidad limpios, baratos y sanos; descarbonizar el sector de la energía; garantizar que los edificios sean más eficientes desde el punto de vista energético; y, finalmente, colaborar con socios internacionales para mejorar las normas medioambientales mundiales.

En este contexto, ¿cómo entendemos a una empresa sostenible? Es sostenible toda organización que minimice los impactos negativos potenciales que pueda causar en el medio ambiente. Ello lo puede conseguir mediante productos respetuosos con el medio ambiente -tanto el producto como el proceso para conseguirlo-, o con otras estrategias sostenibles vinculadas con todo su ecosistema interno y externo.

Antes de definir un plan de sostenibilidad para la empresa, cabe desarrollar tres elementos. En primer lugar, es necesario convencer internamente de los beneficios intangibles de la sostenibilidad. Esa intangibilidad se puede enfocar a nivel de sus efectos positivos sobre toda la población y, por ende, a los mismos trabajadores de la empresa. También a nivel de los resultados intangibles con la propia empresa: la reacción positiva de los clientes actuales y potenciales, así como la mejora del valor de marca.

En segundo lugar, es necesario articular bien qué es en práctica ser sostenible en la empresa. Si el intangible está en que siendo sostenible los clientes tendrán una reacción positiva ante la empresa, la parte práctica de esa sostenibilidad debe ser, por ejemplo, que los procesos productivos en toda la cadena de valor sean sostenibles.

En tercer lugar, antes de un plan de sostenibilidad, se deben integrar los dos puntos anteriores y nuevos puntos en un programa de cultura de la sostenibilidad. Mediante acciones constantes se tiene que conseguir integrar la conciencia sostenible en la empresa. Además de charlas inspiradoras, caben aplicar prácticas sostenibles como por ejemplo el uso de recursos sostenibles -promover las reuniones por videollamada para evitar desplazamientos…-, de movilidad, de datos que muestren el impacto medioambiental positivo de esas y otras acciones – ‘Esta semana has reducido en un X% las emisiones de CO2 porque has realizado ‘A’, ‘B’ o ‘C’.

Esta última afirmación nos da cuenta de, una vez definido el plan de sostenibilidad, deben empezar las métricas: deberá haber unos KPIs claros sobre cómo se mide la consecución de resultados sostenibles.

Es importante tener en cuenta una última observación. Las empresas ahora empiezan a pensar en ser sostenibles. Pero ya hace mucho tiempo que trabajan para la sostenibilidad de sus modelos de negocio. La diferencia está en el concepto: un modelo de negocio sostenible es aquél que genera valor sin desperdiciar ninguno de los recursos que utiliza para crear ese valor. Se puede tener un modelo de negocio sostenible, pero no ser una empresa sostenible.

Fuente: directivoscede.com