La idea de que “la información es poder” sigue vertebrando nuestro trabajo, lo que facilita que los empleados la oculten para beneficio propio o para hacerse indispensables.
Podría decir cuánto cobra quien se sienta a su lado en el trabajo? ¿Tiene algún compañero cerca que sea indispensable por lo que sabe? Si es así, sus colegas no están compartiendo todo lo que saben con el grupo. Pero, ¿quién puede culparlos? Casi nadie lo hace. Esta situación, respaldada por la cultura empresarial en la que nos desenvolvemos, puede generar fricciones entre compañeros y sirve de alimento a los entornos laborales hostiles. A las empresas les interesa estimular el conocimiento compartido, pero muchos empleados fingen no saber o no poder compartirlo y dan largas. Sucede con el conocimiento que es necesario para desempeñar las tareas diarias, pero también con la información relacionada con la situación laboral. ¿Qué nos ha llevado hasta este punto?








